sábado, 14 de julio de 2012

Contradíceme


Abrázame que estoy acostada y mi piel se eriza. Abrázame que el sonido de las olas se confunde con el del tráfico.
Acompáñame en la soledad de ser yo. No huyas, porque no tengo salida. No me dejes que no puedo vivir conmigo.
No me lastimes que mi piel ya aprendió a cicatrizar.
No mientas, porque soy narrador omnisciente de nuestra historia.
Ahora, abrázame, acompáñame, huye, déjame, lastímame, miénteme. ¡Ámame!

Un día mas


Camino sola, como siempre, pero esta vez es diferente. Pienso más de lo normal, cuestiono lo arduo de nuestra existencia, lo mucho y poco que tenemos, el todo y la nada que queremos y paso a paso mi comunicación interpersonal se intensifica y me doy cuenta de que es hora de parar, parar de pensar y respirar.
En la universidad, todo es normal, ¿normal?, todo es igual en realidad.
Regreso y me da asco el mundo.
Estoy en “la casa” de nuevo, me siento asqueada, lo reprimo. Colaboro, soy poco simpática, por no decir apática. Como, comemos, analizo cada movimiento y siento que enloquezco, miro sus movimientos cinésicos, adaptadores, ilustradores, reguladores y sé que no es normal estar alerta como un gato identificando cada cosa y suponer o inferir cada uno de sus posibles malditos significados. Respiro de nuevo, agacho la cabeza.
Abrazo a mi gata, contra su voluntad, le canto, se mueve. Esta alunada. La voy a dejar en la casa de un amigo para que se aparee con su gato. La dejare ir por primera vez para satisfacerme, para saber que no soy igual que mis padres, tan posesivos, aunque nada les pertenece.
Me siento en el suelo de mármol, café y frio, me arrimo a un anaquel, cruzo las piernas y pongo la laptop en mis piernas. Tengo la intención de continuar mi tutoría de literatura, pero me doy cuenta de que no puedo hacerlo sin antes escribir. Y escribo sobre lo que ha pasado en mi día hasta las 14:27 horas.

Urdesa


Hay tanto amor en una casa de la urbanización del salado. Una pareja habita en ella y la llaman hogar, tienen hijos, ellos se van, la pareja envejece y deja de ser un hogar para convertirse en una  cohabitación. Mueren.
 Una mujer habita ahora, no es su hogar, ella viene y va, fuma un cigarrillo en el balcón y se evapora con el humo, se va.
Un hombre habita ahora, la soledad se convierte en locura y se mata. Aun conservo la escopeta. Había tanto amor en esa casa. Ahora solo queda una estructura abandonada con la típica vieja arquitectura que ya no conozco.